Mis Cuentos

Un Accidente



 _Esta noche mato...
Así pensaba Dany D. (Daniel Díaz) 20 años, líder y compositor del mejor conjunto del sur. Hijo adoptivo de una pareja de médicos ancianos, porte de ganador, la vida por delante. Luego de tocar con Los Viejos Contrabandistas en el Cine Pueyrredón en una calurosa madrugada de enero se abrazó con Alejandra y salieron caminando de la mano por el hall repleto de afiches. Después de tomar un helado, Daniel regaló sus primeros autógrafos. Cuando le firmó a una quinceañera pecosa, Alejandra posó su mirada en el firmamento.

_Que mirás?
_La noche... las estrellas... hoy es una noche...  no quiero que amanezca...

Mientras Alejandra cerraba los ojos Daniel comenzó un monologo...

_las estrellas que estas mirando son la imagen de lo que fueron, estas observando el pasado de esos mundos.
 _Alejandra se quedó pensativa unos instantes...
_O sea... esta noche va a viajar eternamente por el universo hacia...
_Daniel  interrumpió...
_la imagen de lo que ocurrió esta noche es luz que está viajando a trescientos mil kilómetros por segundo. Se podrá captar dentro de años en algún lugar del universo digamos... mmm... tal vez alguien visualice esta noche dentro de décadas; a varios años-luz de distancia de aquí...
Daniel estirando el brazo derecho mientras besaba a Alejandra susurró:
_Mirá...  puedo alcanzar la más brillante... si querés.
Alejandra sintió un tenue estremecimiento.

Luego de dejar a su novia en el hogar subió al Peugeot negro. La Avenida Mitre desierta tentaba a la velocidad. El tema Back off Boogaloo le pegaba en el estomago. Mientras aguardaba el cambio de semáforo en Mitre y Las Flores sonrió al ser reconocido por unas chicas de minifalda que esperaban el diecisiete, encendió un Vía Apia mentolado y se acomodó sus cabellos admirándose en el espejito retrovisor. Al cambiar el semáforo 70... 90... 100... 120 kilómetros por hora. La noche era infinita.
A pocas cuadras de su hogar un estremecimiento lo paralizó, no tuvo tiempo de sentir miedo. El instintivo volantazo hacia la derecha no evitó el impacto contra el camión recolector que lo hizo volar fuera del habitáculo.
Tendido en la vereda sus oídos zumbaban mientras un dolor ahogado le oprimía los pulmones; segundos después se vio a si mismo tendido sobre la vereda de la juguetería.  La única imagen que conservó en su mente fue el cartel de anillos concéntricos celestes y blancos de la Nueva Fuerza manchado con su sangre en la pared de la juguetería. Luego... un limbo oscuro; las dimensiones del mundo se licuaron lentamente...

­_Doctor, doctor, movió los labios!. 

Había perdido toda noción cronológica. Trataba de decodificar datos provenientes del exterior pero la información llegaba truncada: Los sonidos semejaban provenir de un parlante envuelto entre algodones y las borrosas imágenes se desvanecían dentro de una densa niebla. Tomó conciencia de que estaba atado a una cama en una habitación demasiado luminosa, sentía el cuerpo dormido, todo le era ajeno.
Cuando un bisturí golpeo el piso, oleadas de decibeles se clavaron en su cerebro, como acto reflejo comenzó la titánica labor de despegar sus párpados que parecían soldados. Observó una mujer-ángel alta, vestida de blanco pidiendo silencio colocándose el dedo índice en la boca. La sed lo quemaba.
Su garganta áspera trato de gritar pero un sonido gutural lo sorprendió. Estaba aterrado. Tenía cánulas que atravesaban su boca, nariz…
Un ángel algo más bajo pasó una gasa húmeda por sus labios luego se derrumbó en un abismo negro.


_Si... pero es mejor que por ahora ni se lo mencionen...


Cuando se despertó el rostro gigante de un hombre hablando en dieciséis revoluciones por minuto lo confundió. Sentía un murmullo como de hormigas enloquecidas. El esfuerzo por tomar conciencia de su situación le producía un enorme cansancio, un sopor lo arrastró hacia tenebrosas dimensiones donde sueños horrendos lo capturaron.
Al alcanzar estados de conciencia más normales descubrió que las imágenes y sonidos iban y venían cíclicamente acarreando porciones de realidad que lo ayudaban a armar el puzle de su situación actual. Algunas veces luego de abrir los ojos encontraba hombres y mujeres vestidos de blanco que lo revisaban, como si fuese un extraterrestre o un dinosaurio... ningún rostro le era familiar. Lo sobrevolaba la sospecha de estar muerto o algo peor.

Una mañana al despertarse menos trabajosamente que en otras ocasiones descubrió que su cuerpo estaba libre del martirio de las cánulas y que un ángel blanco le acariciaba la cabeza.
El asombro de la enfermera corroboró en Daniel que su estado había sido gravísimo. Con la palma de su mano recorrió aprensivamente su rostro, brazos, piernas... aparentemente estaba entero. Un escalofrió rebotó dentro de su cerebro cuando pensó en la columna vertebral. Concentrando toda su energía  movió la pierna derecha, la izquierda; ninguna estaba enyesada, tampoco los brazos; no tenia vendajes de ningún tipo... eso fue lo que más confundió a Daniel.

_Hoy me enteré que estoy internado en el Hospital de Wilde, un ejército de Ángeles blancos, verdes y celestes me acariciaron, me besaron... Dany D. y los Viejos Contrabandistas no son tan populares que yo sepa.
Ni mi viejos ni Alejandra vinieron a verme... no se enteraron?... pensemos... pensemos... tal vez este lapso que parece haber durado días, semanas es producto del desvanecimiento por el impacto ó... un shock?... entonces.... porque las cánulas?...prevención?... no, no, no... seguramente aluciné.
 Antes de dormirme una última pregunta: porqué tanto alboroto cuando pedí ir al baño?....  me tratan como un recién nacido.

Muy de a poco comenzó a articular palabras: primero monosílabos, luego frases cortas, su voz iba recobrando su tono natural. Cuando pudo incorporarse caminó tres pasos y un mareo lo obligó a sentarse en el borde de la cama. Es curioso como cambia la perspectiva desde lo horizontal a lo vertical: apenas se sonrió al descubrir que la enfermera tan alta pidiendo silencio era un cuadro que se encontraba en una de las paredes de la habitación; los tranquilizantes... los tranquilizantes.
Se sorprendió al  sentir el sonido del tren tan cerca, como si pasara bajo la ventana.  Tormenta en puerta... Daniel pensó

_Buenos días Daniel!

_Una enfermera cuarentona, de ojos enormes se acerco con admiración, sorpresa y cariño; Daniel incorporándose miro hacia la ventana.
_Viene tormenta... no?.
_No Dany!, no....  es un día espléndido!
_Apoyándose en una silla, se acercó a la ventana y se deslumbró con un cielo azul y cristalino, al mirar hacia abajo descubrió con estupor las vías del tren...
_Por favor, me puede decir en que sanatorio estoy?
_Te encontrás en el nuevo Hospital Eduardo Wilde.
_Nuevo Hospital Eduardo Wilde?.... que yo sepa hay un solo Hospital de Wilde y no es muy nuevo que digamos... quiero hablar con mis padres y con Alejandra ya! ..
_La enfermera dudo unos instantes. Dibujando una sonrisa respondió:
_Daniel hizo un visaje negativo. Según sus cálculos hacía días que estaba internado sin fracturas, sin lesiones... se quedó cavilando y volvió a observar por los enormes ventanales los árboles, las vías; más hacia la izquierda del otro lado de las vías descubrió el familiar edificio de la escuela veinte.

_Del otro lado de la vía, del otro lado de la vida, del otro lado del espejo.... lindo tema para el conjunto.

Cuando la noche coloreaba de añiles el cielo le pidió una radio portátil a la enfermera.

_Si, si... la radio... personalmente no tengo problemas... pero... tengo que consultarlo con el doctor.

Para Daniel cada cosa solicitada parecía tener que debatirse en altas esferas como secretos de estado. Por fin le trajeron una pequeña radio. El quedó encantado, pues no podía creer que un aparato tan pequeño tuviese AM y FM; infructuosamente a las ocho de la noche trató de sintonizar Las Siete Lunas de Crandal... pero sus dedos estaban muy torpes aún. A las diez de la noche no se quería perder el ranking musical y la media hora con los Beatles en  Modart en la Noche... Lo único que captó  fueron ordinarios conductores que hablaban a los alaridos escupiendo groserías, pasando música monótona, espantosa un tachín tachín vomitivo, matizado por conversaciones tontas y sin sentido con oyentes que parecían  oligofrénicos...

 _...y estos tipos con que se dieron?...

Con la ayuda de un bastón esa noche incursionó por el salón principal repleto de sillas azules similar a un cine... aunque la única película que se proyectaba en los ventanales era la avenida Ramón Franco.
Siendo casi las tres de la madrugada al pasar por el primer piso se percató de un ambo color blanco recién planchado olvidado en un armario. Sin analizarlo se vistió de ángel para fugarse del pseudo-Hospital de Wilde, se deslizó por una rampa hacia la planta baja, saludó formalmente a los empleados de la salida (que lo confundieron con algún médico)  y cruzo una enorme puerta de vidrio, dobló hacia su izquierda. Mientras transitaban los cincuenta metros que lo separaban del paso a nivel, observó por última vez el enorme y moderno edificio.
_ Jamás hubo un hospital de Wilde del otro lado de la vía!  
Gritó enajenado, para luego canturrear bajito:

 _Del otro lado de la vía, del otro lado de la vida, del otro lado del espejo....

Al cruzar la avenida se encontró con el edificio de la Veinte que había observado infinidad de veces pero... no tuvo respuesta al observar que el de la Dos había sido modificado totalmente en tiempo record!. Además en el triangulo formado por Ramón Franco y Bolívar había una  peluquería en lugar del viejo chalet. 
La calle Las Flores casi desierta debería ser transitada por adolescentes, parejas y jubilados dialogando distendidos... sin embargo estaba plagada de seres andrajosos revolviendo bolsas de basura, comiendo restos pútridos entre la mugre, prostitutas decadentes, jóvenes embrutecidos tomando vino en cajas de cartón, drogadictos de mirada perdida y rostro atribulado insultándose como diferenciados mentales; una atmósfera de miedo y paranoia flotaba en el ambiente. La calle Las Flores, se había transmutado. Era como esos sueños en donde uno transita por un sitio familiar... pero, con el transcurrir del tiempo comienza a modificarse con cambios sutiles que poco a poco se tornan extraños, grotescos, hasta transformarlo todo en un ámbito extravagante. El cine Wilde parecía haber desaparecido y no estaba la casa de arte de Moreno al 6200. Lo que había sido la  calle principal ahora era una estenografía distorsionada y decadente. 
Sin tomar conciencia se dirigió hacia la juguetería, en su lugar una anónima ferretería industrial exhibía su anodina vidriera. Llevado por su instinto atravesó tambaleante la avenida buscando las luces del cine Pueyrredón... solo encontró un edificio oscuro sucio y abandonado... un descarnado razonamiento lo instalo en la brutal anacrología de este mundo bizarro.
Mientras el sonido de una sirena sonaba lejano, fantasmales relámpagos se recortaron al Este. Sin fuerzas, sosteniéndose sobre la pared que tapiaba la entrada del cine observó el cielo pleno de estrellas palpitantes. En su último esfuerzo alzó su brazo derecho y trató de tomar una estrella con la mano.
_La  más brillante… si querés.

 

Fin




Sharon

Pedro se sentía naufrago en un mar de computadoras, corbatas, rostros adustos; la falsedad tácito acuerdo, código preestablecido de tolerancia y supervivencia para que el carnaval siniestro pudiera seguir. El sub-mundo del trabajo era un engranaje aceitado por el temor. Pedro se había especializado en realizar pequeños sabotajes a la aplicación que se estaba por lanzar; una diversión que llegaba al éxtasis cuándo se hacia alguna “demo” y el sistema no daba signos de vida. Le fascinaba ver el rostro de La Minicom lívido y Snag transmutando su placidez en furia. Máscaras dignas del Gran Guigñol.
El final de la jornada lo encontró dando su acostumbrado paseo por Lavalle. A eso de las 19 tomó asiento en el Reloj y comenzó a observar a los personajes del lugar. Los bares de Lavalle tienen la particularidad de permitir observar desde una mesa la marea de mujeres heterogéneas que ofrece la Capital Federal.
Una rubia idéntica a Sharon Stone ingresó a la confitería “El Reloj” con un vestido blanco que a simple vista parecía hecho de algún material sintético. Iba acompañada de otra mujer cuyo rostro no pudo apreciar pues en todo momento le dio la espalda, aunque podía aseverar que era de edad y atributos similares Sharon, también rubia, pero vestida completamente de negro.
Sharon mostraba una sonrisa seductora que hacían contrastar sus dientes blanquísimos con el bermellón brilloso de sus labios. Las piernas largas y bien formadas capturaron el cien por cien de los sentidos de Pedro, que al principio sintió una excitación natural, que fue dando paso paulatinamente a una inexplicable inquietud.
El trago pedido por Sharon y su amiga fue servido en una copa larga y estrecha de cristal fino. El color de la bebida era de un rojo furioso, casi como la sangre. Cuándo Sharon comenzó a beber inició una charla en apariencia íntima y confidencial con su rubia anfitriona. Luego de unos minutos se puso a reír de forma sensual y femenina. Pedro intentaba leerle los labios pues por la distancia a la mesa solo podía escuchar el murmullo general del lugar.
Tal vez estaban hablando de temas banales e intrascendentes. Novios, maridos, modas ó la representación de sus hijos en algún festival infantil…  pero por la intensa mirada de Sharon, Pedro podría afirmar con seguridad que se tocaban temas mucho más complejos.
La desesperación de Pedro por saber de que hablaban y de que reían lo hizo casi incorporarse de un salto en la mesa. En un segundo pensó en simular una ida al baño aunque sea solo para captar trozos aislados de la conversación, que luego con su lógica de analista y un poco de imaginación reconstruiría como un verdadero artesano; formando pautas de esa charla que tendría condimentos lujuriosos, excitantes y secretos.
Cuándo Pedro se incorporó de la silla, la mirada desnuda y fría de Sharon se apoderó de los ojos y de la voluntad de Pedro, mientras su boca roja e intensa deletreaba en cámara lenta la frase:

“…me gusta mucho. Me altera…”

_…arqueando sus labios, dibujando artesanalmente cada vocal, cada consonante. Pedro quedó hipnotizado, congelado por el miedo y la vergüenza. Inmediatamente la acompañante de Sharon volvió su mirada hacia el. Pedro con horror comprobó que Sharon y su amiga tenían idéntico rostro; gemelas mefistofélicas y sensuales, espejos enfrentados de labios húmedos y mirada gélida.
Cuándo Pedro se encontró en la vereda del Reloj, observó el rostro perfecto de la Sharon Stone de vestido negro; lo último que pudo apreciar antes de esconderse en la estación Lavalle fue a las dos mujeres cruzadas de piernas en forma simétrica burlándose de el. Dentro del subte se sintió abrigado por las profundidades. Percibió un frío que le corría por ambas piernas y su ropa interior mojada.
En el centro del vagón un muchacho de flequillo (que le hizo recordar a Tanguito) estaba cantando con una vieja guitarra criolla “Amor de Primavera”, mientras lo miraba fijamente perforándole las retinas.
Cartón Lleno.
FIN


Eran los Beatles!
Te lo aseguro, hasta te lo podría jurar: Eran los Beatles. No se porque eligieron ese escenario de madera levantado a cuadras del río, en una plazoleta visitada por mariposas y luciérnagas, ubicada entre Dock Sud y Quilmes.
Seguramente John hizo girar un globo terráqueo, cerró los ojos y donde plantó el dedo ahí marcharon los cuatro. Ese día mi abuelo, mi abuela y yo fuimos invitados al festejo del primer aniversario del club Wilcoop. Lo recuerdo bien. Fue el sábado 3 de agosto de 1968.
Yo tenía once años y lo único que conocía de los Beatles era lo que un chico de once años podía conjeturar acerca de los Beatles. Pero ahí estaban. Hermosos… espléndidos. La ropa de colores brillaba. Tocaron temas como “Perseguiré al sol”, “Si Necesito a alguien”, “Madera Noruega”, “Soy la Morsa”. Tomaron unos tragos, bromearon y siguieron con temas desconocidos para mí. Finalizaron con:
“Todo lo que debo hacer”, “Muchachita”, “Penny Lane” y “Un día en la vida”. Mi Abuelo dijo:
_Y estos locos?
Lógico... no los conocía. Me emocione tanto. Los Beatles!
El tambor de la batería era violeta, muy distinto al de los posters y figuritas. Curiosamente los presentaron como Johnny & The Moondogs. Muy pocos se dieron cuenta que eran ellos. Yo me di cuenta. Si.
Había una nena de mi edad que estaba comiendo un palito de algodón azucarado que ni pestañeaba. El padre los miraba fascinado mientras abrazaba a su esposa, una rubia standard muy linda, muy de los sesenta. Tal vez ella sentía que estaba soñando... Quien sabe.
Paul llevaba el cabello más corto que sus compañeros (era Paul?). Ninguno tenía bigotes; ni siquiera George (raro para esa época). Pude ver los anteojos dorados de John y los ojos celestes de Ringo. Estuve tan cerca que un aroma similar al Patchouli me embriagó y me arrastró como una ola. Sabés?… me mojaron las mismas gotas que a ellos cuando comenzó la tormenta.
Después del último tema corrieron hacia un helicóptero que los absorbió, transportándolos entre nubes espesas y un viento arremolinado que anunciaba tormenta.
Cuando los siseos del helicóptero se desvanecieron, mi abuelo abrazó a mi abuela de manera domestica y trato de protegerme de la lluvia que en esos momentos arreciaba. A mi no me importaba mojarme. Nunca me importó…
En el refugio de Pino y Martín Fierro paró un colectivo de la línea Cincuenta que para nuestra sorpresa iba conducido por Tanguito, quien como de costumbre no nos cobró boleto. Tanguito llevaba encendida su sonrisa escuchando en la radio a Carlitos Gardel. Al bajar en la esquina de Monte y Moreno mi abuelo vociferó:
_Cada día canta mejor!
Riendo y mojándose en medio de la lluvia...
Antes de ingresar al departamento quería correr, golpearle la puerta a los vecinos; gritarle a todo el mundo: Eran los Beatles!... pero el barrio dormía en su letargo azul.
Antes de acostarme me acerqué a la ventana de mi cuarto, mientras los últimos rastros de la tormenta resbalaban por el vidrio, comencé a buscar ese helicóptero de cabina transparente que había transportado a los fabulosos cuatro.
Me dormí temblando… Los Beatles!
Luego de muchos, muchos años lo comenté con un compañero de trabajo y me dio una explicación racional, muy fría, muy lógica:
Me afirmó que en la niñez las fantasías se confunden con la realidad y que a veces, a uno le parece recordar algo que nunca sucedió. A pesar de todo, te aseguro que los vi y aunque nunca más regresé a esa plazoleta; de cuando en cuando; de vez en vez, luego de naufragar en alguna madrugada solitaria, me quedo unos minutos observando el cielo… tratando de encontrarlos.
Los Beatles!
FIN

En la noche
El cielo desbordado de estrellas era una invitación para dejarse llevar por la sub-urbana placidez de ese sábado de diciembre.
René y Pedro estaban sentados en el jardín mientras que en el interior de su hogar, instalados en la cocina, Smugly, Smudge y Smuggler estaban felinamente pendientes de la lata de alimento que puntualmente devoraban a las 21:45 hs. Smugly el mas impaciente de los tres, había comenzado su concierto de maullidos imperativos incitando a los otros a seguirlo en el reclamo pero… cuando René y Pedro se sentaban en el jardín, la llegada del alimento solía retrasarse…
_ No… no entiendo, hace doce años que vivimos juntos… doce años; no es un día… juro que no entiendo: Porqué tanta torpeza concentrada en un solo ser?
_René adivinaba que su ineptitud le había costado un disgusto a Pedro. Los ojos de René eran transparentes, infinitos y puros; su pelo color champagne iluminado por el resplandor de la Luna, le daba un toque exótico.
_Te dije, te advertí, te rogué que ciertas cosas no las tocaras por nada del mundo, sobre todo las cajas de las maquetas... miles de veces te pedí que guardaras entero el diario, sin desordenarlo, sin ensuciarlo… entonces… por que esa falta de consideración?
_René deseaba demostrarle todo su arrepentimiento, pero, en esos momentos solo atinaba a mirarlo a los ojos; mientras tanto los tres gatos con maullidos cortos y largos semejaban un coro desafinado y pusilánime.
_Tirás al piso las cajas de las maquetas, destruís el barco casi terminado, volcás las pinturas en el parquet y como broche final traes el diario, desordenado, sucio destruido y sin la parte de espectáculos que es lo único que me interesa de ese pasquín!
_Mientras los tres gatos intentaban afinar, René imploraba perdón de todas las formas posibles que se pueden utilizar para pedir perdón silenciosamente; en un momento se distrajo con una hormiga rebelde que se había desprendido de la fila de obreras que continuaban trabajando.
Ambos habían conocidos tiempos mejores, quedaban los recuerdos de sus aventuras en el parque; horas disfrutando hasta que el sol se desvanecía y las verdes briznas del césped mudaban su color esmeralda hacia un violeta irreal. A la noche una vuelta por el barrio, luego la cena…
Pedro, poco a poco, comenzó a tranquilizarse; la mirada de René siempre había sido una fuente de paz que lo rescataba.
_Ya sé… ya sé… fue un descuido… uno tiene esos días… no? pero… no me hagas caso; estoy mal… perdóname… me estoy poniendo viejo; con este problema soy una carga para vos… después del accidente me cambió la vida… pucha si me cambió; ahora solo te tengo a vos… sé que no te gustan los gritos… lo sé… estoy de mal talante. Comprendeme.
_Pedro movió su silla de ruedas para mirar las veredas desparejas del sureño barrio de Bernal.
_Me pone triste que ya no podamos ir al parque para jugar y disfrutar corriendo, jugando a la pelota, saltando, revolcándonos en el pasto; te acordás? y después, ah! cruzábamos la avenida e íbamos para la casa de…
_El trío de maullidos fue creciendo de manera que Pedro casi a los gritos pidió silencio…
_Que nos pasó? estamos tan viejos que ya no nos corresponde disfrutar de los placeres simples de la vida?
_René estornudó estrepitosamente, comenzó a menar suavemente la cola y como emblema de amistad colocó su pata derecha entre las manos curtidas de Pedro, el animal sentía en lo profundo de su ser que debía satisfacer las necesidades de su amo, estar por siempre a su lado.
Al dirigir la silla de ruedas hacia la cocina, Pedro acarició la cabeza del viejo Collie mientras repartía la comida a sus felinos. A la hora de cenar encendió el televisor y ambos se deleitaron con una vieja película de Marrone en blanco y negro. El sábado naufragaba en el océano de una noche calurosa.
Antes de echarse a dormir René emprendió su recorrida de rutina para chequear que todo estuviese en orden: Los gatos durmiendo en el sofá, puertas cerradas… mientras recorría la casa se maravilló con una mariposa nocturna que parecía volar sin rumbo. Antes de dormirse se dedicó a observar la luna que estaba rodeada por un fluorescente alo amarillento.
Mañana por la mañana sorprendería a Pedro llevándole el diario a la cama… esta vez sin romperlo.
Fin

VIAJE
Orbitando mi mente desvanecida atravesando los espirales del tiempo, recuerdo cuando con mi padre viajábamos al centro y transitaba por la maravillosa experiencia de viajar en subte, navegando por el inconsciente de la ciudad, por pasillos interminables, laberínticos sub-mundos de complicadas combinaciones, andenes cálidos y tenebrosos carteles publicitarios. Desde la oscuridad del túnel aparecía una luz que nos llevaba en forma áspera y veloz.
Examinaba los rostros de los pasajeros e imaginaba historias distintas en cada uno de ellos. Los carteles publicitarios me producían un pánico casi enfermizo pues, por alguna razón, tenía la extraña fantasía de que si el subte se demoraba un poco más de lo previsto quedaría atrapado para siempre en ese mundo minimalista de uno o dos metros cuadrados con rostros robóticos y sonrisas siniestras...
Volver en tren de Constitución a Wilde era el cenit de la aventura, en esa época había primera y segunda clase y los trenes nuevos eran los “holandeses”. Sacábamos los boletos que eran de cartón coloreado (todavía recuerdo el perfume de esos boletos...) y los guardábamos como secretos pasaportes a nuestro destino final.
Mi Padre estudiaba los horarios de los trenes en el infinito hall de la estación. Una vez en el andén nos envolvía una marea de personajes anónimos. La ansiosa espera culminaba con el silbato del guarda.
Ya en marcha, contemplaba el patio de vías que se entrecruzaban y entremezclaban como los senderos de la vida. A medida que nos alejábamos de la estación el tren ganaba velocidad y el paisaje se hacía difuso y fugaz.
Debo haber imaginado mil historias observando las calles empedradas y desérticas de Barracas, que se desvanecían y aparecían cíclicamente. No se porqué razón me veía con más años, despidiéndome de alguna mujer etérea y mágica en una noche de verano (seguramente un gran amor).
Cuando llegábamos a destino cruzábamos el puente de la estación y volvíamos por la calle principal con vidrieras sombrías y maniquíes casi humanos. Me sentía como un astronauta luego de amerizar. Por fin el hogar nos recibía con el blando y cotidiano aroma de la comida; me sentía importante.
Hoy hace ya mucho, mucho tiempo de todo esto... lo recuerdo con una dulce tristeza: Mi Padre ya no está, los boletos de tren no son más de cartón perfumado, los pasajeros son sombras grises... pero, cada vez que me sumerjo en los abismos del subte al quedar solo en el andén sigo deleitándome con la silente amenaza de aquellos carteles, jugando con ese miedo metálico, deseando que aparezca una luz en el fondo del túnel que me transporte hacia el “otro lado del espejo”, que me rescate de difusos peligros...
Que cosas!
Fin

La Casa del Pasaje Marcoartú
Algunas mujeres son un misterio de formas sensuales, insondables, herméticas y envolventes. Que quiere que le diga… hay cada mujer. En lo personal nunca tuve problemas… siempre me gustaron todas.


Una vez conocí un ser distinto… ya se, no me lo diga: Usted también y hoy es su esposa… bien, lo mío es diferente… sólo su difuso recuerdo me habita. Si tiene unos minutos voy a contarle algo que sucedió hace tiempo; tanto, tanto que a veces dudo que haya ocurrido. La mente a veces tiene esas cosas…
En esa época era un joven cadete de una gran empresa de productos químicos hoy desaparecida. Un viernes al mediodía del mes de enero de mil novecientos setenta y tantos, me ordenaron que llevara a la sucursal Flores unas copias de remito al Sr. Asdrúbal Bombardino, un gerente hosco y pelado que había perdido los originales y (según se comentaba en la empresa) arrastraba la bronca de haber sido transferido como castigo a su desorganización crónica.
Se me recomendó ir en tren por cuestiones de rapidez y seguridad; demás está decir que desde siempre los viajes en tren embriagaron mi imaginación: Soñaba con que en cada vagón me esperaba La Mujer. A los 17 años todo lo podemos. Somos inagotables, vibramos en cada latido; el deseo se escapa por los poros, estamos sedientos de encuentros, roces y palabras. No hay tiempo de intelectualizar. El sentir nos pertenece. En resumen: Cuando uno tiene 17 años y viaja en tren todo es posible. Hasta el Amor.
Abordé el tren en Once a las trece y veinte. Poca gente, caminé hasta el primer vagón. Allí estaba. Vestía totalmente de negro; remera brillosa ajustada con el símbolo ∞ estampado del lado izquierdo. Peinada como estrella de rock; flequillo salvaje y desparejo. No deseo caer en lugares comunes describiéndola, me detendré solamente en sus manos: bellas, más grandes que lo normal; dedos sutiles, uñas espatuladas, manos tersas pero enérgicas. La mirada de alguien siempre nos dice algo; pero las manos gritan.
Al descender en Flores la seguí a metros de distancia, mi respiración estaba agitada, caminaba apresurado tratando de pasar desapercibido. Que ingenuidad… ella supo desde el primer momento que la iba a seguir. Casi al llegar al túnel que comunica ambos andenes se paró en seco y me enfrentó; apenas pude balbucear palabras entrecortadas por mi agitación.
_Te… tenés hora?
_Son las 13:42… Por fin te animaste!
_Estaba helado, paralizado de miedo y vergüenza…
_Pero… para preguntar la hora me seguís casi doscientos metros?
_N… No… C… co… como te llamás?
_Daphne
_Edad?
_Millones… algo más original si no es molestia?
_Estudias?
_Este mes me recibo de Psicóloga; además estudio antropología, filosofía y hago expresión corporal.
_Como sos?
_Infinita. Solitaria… algo extravagante… un accidente de la naturaleza que posee Memoria.
_Una verdadera intelectual.
_Soy eso y mucho más.
_Donde Vivís?
_En todos lados… mmm… oficialmente dentro de la estación…
_Como?!
_Ves esa casa?, la que tiene el balcón justo sobre el andén…
Del otro lado de la estación se desplegó una casa, una mansión debería decir, probablemente construida a principios del siglo XX con sus balcones apoderándose del espacio aéreo del andén de la estación Flores.
_Caminamos?!
La pregunta fue una orden para mí. Cruzamos la plaza. La avenida Rivadavia irradiaba un denso calor desde el asfalto que parecía licuarse bajo los pies. Los numerosos cines desplegaban en carteles de neón los estrenos de la época. Desde las disquerías con alma de vinilo se escuchaba a Sinatra, Facundo Cabral, Vinicius, Larralde, Piazzola… Una heladería se presentó como espejismo. Aprovechando que estaba vestido de pantalón blanco y remera rosa pedí un helado de crema y frutilla. Ella no reparó en el detalle.
_Limón y ananá. Es lo más etéreo que puedo comer.
_Ordenó Daphne. Cuando nos sentamos en la vereda a saborear el helado me perdí en el piélago de sus ojos.
_Tengo entendido que los sicólogos son como abogados defensores del inconsciente. Que hacen además de escuchar?
_Analizamos, Captamos, Desciframos, Cortamos, Comprendemos, Unimos, Contenemos, Queremos…
_Quieren a sus pacientes?!.
_Depende el paciente. Uf! Hay algunos que son… A esos los ignoramos, los asesinamos silentemente. En el análisis se ven tantas porquerías… me gustaría ser un jabón gigante para limpiar toda esa suciedad.
Estaba pasmado. No podía abarcar con mis sentidos al inconmensurable ser que tenía delante. Diferente a todas las demás. Me esforcé por parecer calmo y objetivo:
_Es raro… me parece como si esta charla ya…
_Te voy a revelar algo: El tiempo es cíclico pero con variaciones. Va mutando; se depura ciclo a ciclo hasta que llega un punto… a ver… como podría explicarlo… Para hacerla corta te voy a revelar algo que nos pertenece: Hace n periodos de tiempo que vos y yo nos conocemos. Viajamos en este tren una y otra y otra vez, nos miramos. Vos con esa valijita y los Rayban importados, sin embargo nunca te animás a seguirme. Luego le entregas los papeluchos al pelado ese y volvés a tu trabajo. Tu vida sigue. Cambias de empleos un par de veces, te mudás otras tantas, algunas novias, deambulas por aquí, por allá y por último te casás con una mediocre modistita de Temperley. Llevas de por vida una existencia aburrida y amorfa. Luego por esas encrucijadas del destino, causalidad, casualidad ó vaya uno a saber porque cuernos me convierto en tu psicoanalista y me rompes la paciencia durante cinco largos años… trabajo arduo como comprenderás… Por suerte hoy se produjo el click!
_Sos muy especial.
_Te interesa lo que digo?
_Si. Me interesa mucho, pero tengo una voraz curiosidad por lo que callás.
Luego de caminar por calles casi desiertas, atravesamos nuevamente el túnel que parecía infinito y doblamos por un pasaje cuyo nombre era Marcoartú. Subimos tres escalones de mármol; Ella abrió una puerta que estaba sin llave.
Ya dentro un denso silencio se desplomó sobre mí. Sentí frío. Subimos por una escalera de madera apenas iluminada hasta llegar a lo que parecía el primer piso de la mansión. Daphne me hizo pasar a un living semejante a un altar; un altar circular con siete puertas de color azul. Nos sentamos en un gran sillón de pana.
_che… y esas puertas a donde conducen?
_A lugares remotos y misteriosos. Ja Ja!
_Como en las películas!
A pesar de la risa descubrí en su mirada un abismo que me atraía y me producía vértigo.
_No abras ninguna de esas puertas porque podes viajar a remotas encrucijadas espacio-temporales… tal vez millones de años atrás donde te devoraría un Tyranosaurus Rex; encontrarte con vos mismo dentro de sesenta años… ó vagar eternamente en un limbo atemporal…
Estaba embelesado. Su belleza, personalidad y magnetismo me tenían maniatado.
_Sabías que preparo un café muy rico?… Querés uno?
En un momento Daphne salió de la habitación y sin poder controlar mi curiosidad abrí una de las siete puertas, la más cercana a mí. Ingresé a un cuarto inmaculadamente blanco que no poseía misterio alguno ni nada extraño. Carente de mobiliario a no ser por una mesita ratona con una pequeña escultura que representaba un reloj de arena colocado en forma horizontal. En una pared había una foto en blanco y negro de una estación de trenes.
Regresando sobre mis pasos noté que había dos puertas simétricas e idénticas para salir del lugar; por suerte abrí la puerta que me conducía al aposento circular. Al retornar al sillón de pana y estar unos minutos admirando los muebles de la habitación que parecían recién lustrados; Daphne reapareció con su atuendo cambiado; llevaba unos pantalones rojos y una camisa blanca con flores pequeñas; además se había recogido el cabello, detalle que la hacía parecer más formal.
En sus manos traía una bandeja de plata conteniendo una jarra con jugo de melón y dos vasos. Mientras tomábamos la bebida charlamos de temas insubstanciales.
_Te sienta muy bien el rojo.
_Si. Siempre me visto con colores vivos. Me gusta el rojo, el Blanco, el azul.
_Me pasé la mano por la frente e intenté encender un cigarrillo.
_Es… es inútil… con vos no puedo: Siempre terminas ganando. Me encanta tu sentido del humor! Una mujer bella con sentido del humor es doblemente bella. Si fuese un mago embotellaría tu esencia y comenzaría a vender botellitas Daphne… como quisiera navegar por el salado oceano de tu cuerpo, mojarme en vos; naufragar en vos.
_Vas mejorando poeta… seguí intentando.
Al salir de la mansión era noche cerrada, aunque estaba seguro de no haber permanecido con Daphne más de dos horas. Supuse que el hecho de haber transcurrido momentos intensos en compañía de alguien especial había derretido las horas. Cuando salía luego de anotar cuidadosamente su teléfono, me despidió con un beso en la mejilla y cerró la puerta. Inmediatamente las luces del edificio se apagaron como si no hubiese vestigios de vida en el.
Ya en la estación mientras aguardaba al tren (y a pesar de estar en pleno enero) una neblina espesa se apoderó del lugar. Desde el andén pude entrever a través de una ventana el fulgor de un cuarto tenuemente iluminado desde donde creí ser observado.
Al otro día llamé por teléfono pues mi anhelo por volver a verla galopaba dentro de mí arrasándome. Ella no levantó el tubo. Llame todos los días durante más de un mes. Mañana, tarde y noche. Nadie contestó mis llamadas. En mi desmesurada ansiedad fui personalmente a la compañía de teléfonos y luego de insistir e insistir me respondieron que ese número no pertenecía a ningún abonado. Era evidente que Daphne había jugado conmigo, se había burlado de mis sentimientos de forma cruel.
Durante mucho tiempo no volví por Flores.
Años después por esas confluencias del destino recalé en la estación que me había colmado de magia cuando adolescente. Luego de realizar un par de trámites caminé las mismas calles que recorrí junto a Ella treinta y cinco años atrás. Estaban tan distintas. La heladería convertida en cyber-café y los cines transmutados en iglesias con butacas y escenario. Recorrí varias veces el andén de un lado y del otro vanamente.
Nunca más la vi.
Como era de esperarse ninguna de las predicciones de Daphne se cumplieron: Jamás conocí modista alguna ni realicé ningún tipo de terapia psicoanalítica. No creo en esas cosas; por otra parte el señor Bombardino hasta el día en que se jubiló, siempre me aseguró que nunca solicitó a casa central ninguna copia de remitos; era un hombre muy ordenado… además jamás existieron ni la casona con balcones a la estación ni el pasaje Marcoartú… como le decía al principio… la imaginación a veces tiene esas cosas.
Fin